Otoño en el Montseny
Empieza un otoño atípico: seco y con altas temperaturas que permite a los bosques
mantener su manto verde. Los colores esperados no llegan, la espera se hace larga.
Un poco desganado de fotografiar una y otra vez amaneceres en la costa, estoy impaciente por el inicio del cambio de color de las hojas.
Un buen día , una enorme borrasca en el Mediterráneo provoca vientos de Levante cargados de humedad y traen consigo ese elemento
tanto tiempo esperado: lluvia durante días y la
consiguiente bajada de temperaturas.
Ha llegado el momento.
A través de una webcam situada en un camping cercano, pongo bajo vigilancia la montaña del Montseny, parque natural desde 1978 y reserva de la biosfera por la UNESCO desde 1987. Situado a unos 50km al norte de Barcelona, tiene tres espacios diferenciados, el Turó de l’home con 1.703 m., el Matagalls con 1.697m. y el pantano de Santa Fe.
Ha llegado el momento.
A través de una webcam situada en un camping cercano, pongo bajo vigilancia la montaña del Montseny, parque natural desde 1978 y reserva de la biosfera por la UNESCO desde 1987. Situado a unos 50km al norte de Barcelona, tiene tres espacios diferenciados, el Turó de l’home con 1.703 m., el Matagalls con 1.697m. y el pantano de Santa Fe.
8h de la mañana. Sábado. A través de la webcam observo lo que estaba esperando, el
Montseny ha desaparecido bajo una inmensa
capa de nubes.
Empieza a llover. Preparo el equipo, me visto para la ocasión y me pongo en marcha.
Llego a la población de Sant Celoni. Desde aqui hasta Santa Fe, hay unos 20 km de ascensión por una carretera sinuosa, pasando de 152 m a 1138 metros de altitud. La niebla hace acto de presencia, limitando la visibilidad a un centenar de metros. El olor a monte mojado se introduce en el coche, provocando en mi sensaciones olvidadas. 40 minutos después, estoy en Santa Fe. Es aquí donde se encuentran uno de los hayedos más fotografiados de Catalunya, parecidos a los existentes en el centro de Europa. El haya requiere de un clima húmedo y es gracias a la elevada pluviosidad y a las nieblas que puede vivir en el Montseny.
Toda la semana lloviendo provoca que el agua
corra por todos los rincones. Cada riera, cada
torrente pide a gritos una fotografía. Las mojadas hojas en el suelo, la niebla, la fina lluvia
cayendo, el silencio. Es mi momento.
Aprendí hace algún tiempo que antes de sacar
la cámara de la mochila y empezar a pulsar el
disparador, hay que observar el entorno, empaparse de lo que te rodea. Y eso hago. Comienzo a caminar entre las hayas y la niebla
me acompaña, mostrandome y ocultandome
el bosque a su antojo. De pronto, unos tímidos rayos de luz intentan penetrar la espesa
niebla, y en unión con las hojas de los arboles, provocan la llamada niebla verde. Selecciono
el encuadre, monto mi preciado 21mm de enfoque manual en la cámara y esta a su vez en
el tripode y en el instante que tardo en ajustar
parámetros, la niebla desaparece empujada
por un golpe de viento.
Empieza a llover. Preparo el equipo, me visto para la ocasión y me pongo en marcha.
Llego a la población de Sant Celoni. Desde aqui hasta Santa Fe, hay unos 20 km de ascensión por una carretera sinuosa, pasando de 152 m a 1138 metros de altitud. La niebla hace acto de presencia, limitando la visibilidad a un centenar de metros. El olor a monte mojado se introduce en el coche, provocando en mi sensaciones olvidadas. 40 minutos después, estoy en Santa Fe. Es aquí donde se encuentran uno de los hayedos más fotografiados de Catalunya, parecidos a los existentes en el centro de Europa. El haya requiere de un clima húmedo y es gracias a la elevada pluviosidad y a las nieblas que puede vivir en el Montseny.
Esta es otra actitud que he aprendido con la
fotografía: ser paciente. Así que espero unos
minutos. De pronto, la niebla vuelve, tal vez
empujada por el mismo golpe de viento. Solo
tengo que pulsar suavemente el disparador y
ya esta. Miro la pequeña pantalla LCD y me
gusta lo que veo. La tengo. Es en este momento cuando soy consciente de porque me
apasiona la fotografía. Madrugar, hacer kilómetros, invertir tiempo y dinero...ahora todo
tiene sentido.
Sigue lloviendo.
Un sonido que proviene más allá de donde alcanza la vista llama mi atención. Enseguida lo reconozco y mi cuerpo experimenta un escalofrío: un salto de agua, el deseo de todo fotógrafo. Camino entre arboles casi desnudos guiandome únicamente por el ruido que hace el agua al caer, y pasados unos minutos llego a mi objetivo.
Sigue lloviendo.
Un sonido que proviene más allá de donde alcanza la vista llama mi atención. Enseguida lo reconozco y mi cuerpo experimenta un escalofrío: un salto de agua, el deseo de todo fotógrafo. Camino entre arboles casi desnudos guiandome únicamente por el ruido que hace el agua al caer, y pasados unos minutos llego a mi objetivo.
De nuevo, repito la ceremonia: me muevo de
un lado a otro buscando que elementos deben estar presentes en la composición y cuales pueden distraer. Tengo muy claro que foto
quiero. Larga exposición, agua sedosa. Pruebo con 3 segundos, pero no me convence el
resultado.
Un segundo. Ahora sí.
Mientras limpio el objetivo de gotas de lluvia,
me doy cuenta de que es casi mediodía. Esta
es otra sensación que he aprendido con la fotografía: el tiempo se detiene y parece que no
pasen las horas.Un segundo. Ahora sí.
Inicio el camino de regreso al coche mientras
la niebla sigue jugando conmigo, ofreciendome una visión mágica del bosque tantas veces
visitado que me permite realizar unas ultimas
tomas.
Es hora de volver a casa. Sigue lloviendo.
Texto y fotos publicados en el número 6 de la revista digital LNH
http://revistalnh.blogspot.com.es/2012/04/numero-issue-5.html
Es hora de volver a casa. Sigue lloviendo.
Texto y fotos publicados en el número 6 de la revista digital LNH
http://revistalnh.blogspot.com.es/2012/04/numero-issue-5.html
Muy bien, campeón. Estás convertido en todo un experto en el Montseny, subespecialidad en Sta Fe, je, je...
ResponderEliminarFelicidades por esa publicación ;-)